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Por Agustín de Vicente , 13 de octubre de 2024 | 04:16¿Quién es Chibolín?
Debajo de su imagen pública de benefactor, caridad en vivo y lujo, Chibolín tiene presuntas conexiones con redes de poder ilícitas en Perú.
En el mundo del espectáculo peruano, pocos personajes han tenido un ascenso tan vertiginoso y una caída tan abrupta como la de Andrés Avelino Hurtado Grados, conocido por su nombre artístico Chibolín. Este excéntrico presentador, quien se autoproclamaba “enviado de Dios” y afirmaba tener contacto con extraterrestres, pasó de la humildad a los reflectores del horario estelar, donde se codeaba con celebridades y políticos, tales como el Ministro de Energías y Minas del Perú, Rómulo Mucho. Sin embargo, debajo de su imagen pública de benefactor, caridad en vivo y lujo, se escondían presuntas conexiones con redes de poder ilícitas.
De payaso a estrella mediática
Chibolín, un hombre cuyo nombre homenajea a un héroe de la Guerra del Pacífico, se convirtió en una figura reconocida no solo por su programa Sábados con Andrés, sino también por sus actos de caridad. A través de la pantalla, recorría los cerros y mercados de Lima entregando alimentos, donando sillas de ruedas y gestionando operaciones médicas para familias en extrema pobreza. Además, su programa ofrecía tribuna abierta a alcaldes y políticos en campaña, donde se les rendía homenaje en medio de aplausos y sin cuestionamientos incómodos.
En ese contexto, incluso personajes polémicos como el alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, utilizaron su plataforma para impulsar su imagen, mientras la desaprobación pública rondaba el 62%. Todo esto reforzaba la percepción de Chibolín como un operador mediático con capacidad de influir tanto en el ámbito social como en el político.
La trama oculta: Poder, corrupción y favores
La caída del conductor se precipitó cuando el Poder Judicial dictó 18 meses de prisión preventiva en su contra, acusado de tráfico de influencias y cohecho activo específico. Las investigaciones revelan que habría gestionado la devolución de 40 kilos de oro incautados, a cambio de un millón de dólares en complicidad con la fiscal superior Elizabeth Peralta, favoreciendo al empresario minero Augusto Javier Miu Lei. Además, se le atribuye haber recibido un pago adicional para eliminar competidores del negocio del oro.
Otro hecho que agrava su situación es su presunta intervención para favorecer al futbolista Roberto Siucho, gestionando su nacionalización china con la ayuda de la exsuperintendente de Migraciones, Roxana del Águila, a cambio de un BMW propiedad del futbolista Edison Flores, cuñado de los Siucho.
Una red de influencias y nexos peligrosos
Los vínculos de Chibolín no se limitaban al mundo empresarial y deportivo. Según revelaciones del periodista César Hildebrandt, su carrera comenzó en los años 90 con conexiones en prostíbulos vinculados a Vladimiro Montesinos, quien fuera jefe del Servicio de Inteligencia Nacional. Además, su relación con el narcotraficante Demetrio Chávez Peñaherrera, alias “Vaticano”, refuerza las sospechas sobre su rol como operador de alto vuelo en distintos círculos de poder.
A pesar de las acusaciones, Chibolín intentó evitar la prisión argumentando problemas de salud, incluyendo hipertensión, arritmias y supuestos seis contagios de COVID-19. Sin embargo, su destino quedó sellado, y pasará su próximo cumpleaños tras las rejas.
La reacción pública y la caída en desgracia
La noticia ha provocado un terremoto mediático y político. Figuras públicas que alguna vez estuvieron cerca de Chibolín se han desmarcado rápidamente. La Compañía de Bomberos le retiró el título honorario, y las Fuerzas Armadas revocaron la medalla que alguna vez le concedieron. Incluso la mandataria Dina Boluarte se ha visto salpicada por la controversia, luego de que se revelara que el traje con el que asumió la presidencia fue un obsequio del polémico conductor.
Chibolín, quien soñaba con ser el próximo Don Francisco, anunció en su última emisión que regresaría para continuar con su misión de llevar “alegría y esperanza” a los hogares peruanos. Sin embargo, ese regreso deberá esperar. La realidad le ha reservado un futuro muy diferente: su próximo escenario será la prisión de Lurigancho, donde cumplirá con su medida preventiva hasta marzo de 2026.
El fin de un imperio mediático
La caída de Chibolín ha dejado al descubierto los oscuros entrelazamientos entre la farándula, la política y las economías ilegales. Como lo expresó el analista Carlos León Moya, su historia es una metáfora de la podredumbre del Perú actual, donde los límites entre espectáculo, poder y corrupción se han desvanecido. Mientras tanto, la sociedad peruana observa, entre el asombro y la indignación, cómo uno de sus personajes más controvertidos pasa del brillo del estrellato a la sombra de la prisión.
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